Bandas de Viento, un legado que debemos valorar.

Por: Francia Elena Pretelt

Sin duda alguna, uno de los momentos mas decepcionantes que he vivido, es cuando con amor y orgullo suena un porro en mi celular y veo con cara de discriminacion y desagrado los rostros de personas no nacidas en el caribe colombiano.

Es decepcionante, porque en una Colombia que se dice ser pluricultural, los mismos colombianos seamos quienes delimitamos aun mas las barreras entre nosotros mismos que nos separan y no sepamos valorar la riqueza cultural que esconde cada región.

Es decepcionante, porque consideran aquellos desconocidos en la materia, que la música interpretada por las bandas de viento no es mas que ruido y pura bulla, desconociendo en sí, su trayectoria, la preparación que asumen cada una de ellas, el surgimiento de ellas  en Colombia a finales del siglo XVIII.  Entiendo que muchos se rasgarán las vestiduras cuando lean esto, si es que alguno lo lee, argumentando que no es así, que los colombianos amamos y respetamos todas las manifestaciones culturales de nuestro país. Pero no, no es así.



Me gustaría pensar que cualquier persona en nuestro territorio nacional aprendiera a convivir sanamente con las distintas expresiones culturales, en este caso, con la música de las distintas regiones colombianas. Por ejemplo, que los costeños conociéramos más  de la guabina santandereana, los chocoanos de la música andina, los cachacos que conocieran más el porro y así, toda la nación buscara  reaprender y reconocer los lazos que nos unen culturalmente, que aquello que nos hace distintos.

Me gustaría, que esta Colombia diversa y sus gentes miráramos con más respeto al músico de banda, ese que ha animado las fiestas de pueblo, las fiestas religiosas, también los actos protocolarios.
Son, las bandas de viento una agrupación de tantos músicos. Eso no es fácil de coordinar.
Y repito, llevan ya largos lustros haciendo historia en nuestro pais.

Para esas personas que me miran con cara de burla cuando mi celular suena con un porro, no les respondo con antipatía o devolviendole la misma moneda. Sigo con mi cabeza en alto, sonrio y si se presta el momento, le hablo con la pasión que me produce vivir el porro, de como se originaron las primeras bandas en mi pueblo, de como surgió el porro pelayero, de lo que se siente el vivir una alborada en el Festival Nacional del Porro en San Pelayo...
Veo entonces que la cara de burla se transforma en vergüenza y después un solemne respeto.

¡Que Viva Las Bandas de Viento y mi Colombia rica en diversidad cultural!


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